El jueves 14 de marzo partió al cielo el P. Settimo Rossoni, miembro de nuestra comunidad parroquial.
Compartimos un artículo escrito por él para el Boletín Salesiano en el año 2010:
«De pequeño no quería ser ni salesiano ni sacerdote. Mi sueño era llegar a jugar en un equipo de fútbol de primera. Para evitar que el Señor me llamara, nunca quise ser monaguillo ni repetir, al momento de la elevación, la oración que la catequista nos hacía rezar: “Señor, envíanos muchos y santos sacerdotes”.
A una tía que me animaba a estudiar con los Salesianos para hacerme uno de ellos, le decía que por qué no se hacía ella monja ya que a los 40 años todavía no se había casado. Al final fui a parar al colegio salesiano que distaba unos cuatro km de mi casa. Allí empezó la aventura de mi vocación. En el noviciado aproveché la oportunidad de ir a las misiones y fui destinado a Centro América.
Han transcurrido 50 años desde que Cristo me consagró a su servicio, al servicio de los jóvenes en la Congregación Salesiana. Mirando hacia atrás veo cuan bueno ha sido el Señor. El ha marcado el camino con su amor, ha sostenido mi vida con su gracia, ha llenado mi alma con su gozo. Mirando hacia atrás descubro tantas cosas buenas que no son fruto de mi esfuerzo, pues sin Él nada bueno hubiera podido hacer.
50 años de felicidad, aún en medio de momentos difíciles y de pruebas dolorosas. Una experiencia gratificante, un camino de realización humana y cristiana que nunca me arrepentí de haber seguido, aun cuando mi amor al deporte siempre ha sido grande y hubiera podido sobresalir como mi coetáneo y paisano Giacinto Facchetti.
Ser salesiano ha sido lo mejor que me pudo suceder. Estar siempre entre los muchachos para escucharlos, entenderlos, corregirlos, orientarlos, animarlos da un sentido profundo a la propia vida y ayuda a apreciar más la misma consagración religiosa y sacerdotal. Como sacerdote he sido también refugio y consuelo para tantos padres y madres angustiados que buscan un consejo, una palabra de esperanza y de perdón para volver a tomar con nuevas energías y mayor confianza su hermosa y delicada misión de ser, para sus hijos, portadores del amor de Dios.
Durante estos 50 años de vida salesiana he experimentado lo que decía Don Bosco: “Entre ustedes me encuentro bien”. Siempre me he encontrado bien entre los jóvenes y, aunque me he esforzado en cumplir el consejo de Don Bosco (“Trata de hacerte querer”), no he sabido comprender el amor incondicional de Don Bosco que les decía: Me basta que sean jóvenes para que los ame”. Lamentablemente, a veces, he condicionado mi amor a que sean obedientes, estudiosos, disciplinados, colaboradores, educados. No he creído, como Don Bosco, que “aun el joven más rebelde tiene todavía una fibra del corazón sensible” y que es posible rescatarlo. No siempre he sabido asumir este reto y me he conformado con la cómoda racionalización de que “no quiere”.
50 años de vida salesiana, 50 años de vida en Centro América, 40 años de sacerdocio. Una hermosa aventura que empezaría de nuevo. Espero tener a disposición toda la eternidad para alabar y agradecer al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo»