Probablemente «la imagen del año» en todo el mundo (sea cual sea la nación o la religión), haya sido la de un hombre de avanzada edad, vestido de blanco, totalmente solo en la gran explanada de la plaza de San Pedro en Roma, en una tarde lluviosa que se hacía noche aquel 27 de marzo del 2020. Ese hombre era el papa Francisco, quien nunca estuvo tan solo en una oración, pero, al mismo tiempo, nunca tan acompañado por toda la Humanidad, recordando a este mundo de razas, culturas, naciones y religiones diversas, que Dios tiene la capacidad de saber conducir hacia el bien incluso las realidades más desastrosas y que más dolor causan, y de mirar con compasión nuestra pobre fe.

Lo que hemos vivido en los últimos once meses es, sin duda, una realidad que nos interpela y que no podemos ignorar como si nada hubiera sucedido o si ya hubiera pasado.

1. UNA REALIDAD MUNDIAL QUE NOS INTERPELA Y QUE NO PODEMOS IGNORAR

 No me siento capaz de escribir ni siquiera una sola página de este Aguinaldo 2020 ignorando lo que ha golpeado a toda la humanidad y a todos los países al mismo tiempo. Vivimos tiempos muy difíciles; se ha vivido lo nunca imaginado ni sospechado. Se piden respuestas que no se tienen y fechas que proclamen el final de esta pandemia, sin poderlas calcular con precisión. Así ha sido con esta enfermedad del COVID-19.

Está siendo muy profunda la excepcionalidad que estamos viviendo. Ni siquiera las crisis sociales, políticas y económicas de las últimas décadas habían sembrado tanto temor en el mundo como lo ha hecho esta pandemia. En el transcurso de los meses se han visto tantísimos gestos de generosa entrega y sacrificio. Entre otros, la heroica labor de los sanitarios que han trabajado hasta la extenuación, las personas que han garantizado los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil; también las personas que han cuidado del orden social y algunos políticos, no todos, que con honestidad han asumido su responsabilidad, con visión de largo alcance, dejando de lado las rivalidades partidistas.

También se han dado situaciones vergonzosas y egoístas, no queriendo compartir materiales sanitarios ni equipos médicos, o no viendo que una crisis económica global necesitará de una respuesta global.

No sé lo que nos espera, pero sí intuyo que hay un camino que, como Familia Salesiana, podríamos transitar y que nos haría mucho bien a nosotros mismos, ofreciendo al mismo tiempo nuestra humilde contribución y aporte a los demás.

 

2. ¿HABLAMOS DE ESPERANZA? ¿DE QUÉ SE TRATA…?

No podemos afrontar el después de este momento, no podemos situarnos ante la «nueva normalidad», sin vivir desde la esperanza. Ningún futuro es absoluto y último si solo dependiera del hombre. El ser humano es proyección y tiende siempre hacia un algo más. Pareciera como si lo que se consigue estuviera siempre como a mitad de camino hacia algo nuevo. Siempre aspiramos a más y siempre estamos a la espera.

¿Y qué es la esperanza? ¿De qué hablamos al decir esperanza?, ¿Y de qué tipo de esperanza hablamos?

Podemos hablar de la espera como una actitud humana. Hablar de aguardar, esperar y esperanza. El ser humano está llamado a la esperanza y, se quiera o no, siempre se debe elegir, con mayor o menor consciencia, entreabrirse a una aspiración de plenitud, o bien cerrarse en los límites de las «esperanzas» de lo tangible, de lo que se puede sentir y tocar.

Y esta apertura del ser humano a la esperanza no es lo mismo que la esperanza cristiana, aunque es una esperanza que forma parte de la propia identidad de la persona, hombre o mujer.

Pero la esperanza no es un mero deseo, ya que el deseo tiende siempre a algo concreto y determinado. Tampoco se reduce la esperanza al mero optimismo, que tiene su meta en los cálculos, y la previsión que hace que el resultado de algo sea positivo. La esperanza, al contrario, concierne de lleno a la persona y tiene que ver con la entrega y la confianza. De hecho, el ser humano es proyección y tendencia hacia un siempre más, hacia lo que está más allá de lo previsible, hacia algo nuevo.

Cuando se vive movido por la esperanza se va haciendo experiencia de que el amor, el servicio, el corazón lleno de humanidad tiene pleno sentido en un mundo que tiene también tanto de deshumanización. De hecho, desde nuestra mirada del ser humano, es la esperanza un ingrediente del amor. Eso mismo nos dice san Pablo cuando en el precioso himno a los Corintios dice que «el amor todo lo espera» (1 Cor 13,7).